jueves, 26 de abril de 2012

Sobre la Moral (Parte I): Moral Arbitraria.


Me van a disculpar por ponerme filosófico en esta entrada.
Recientemente le pregunté a un alumno si creía que la monogamia estaba moralmente justificada en la sociedad actual. Su respuesta fue que no, que le parecía más un mandamiento, como el mandamiento de no comer carne los domingos. A continuación le pregunté si el asesinato era moralmente reprochable. Su respuesta fue que no sabía, que él jamás mataría a nadie, pero que no sabía si el asesinato estaba mal.

Realmente no creo que haya riesgo de que pueda volverse un asesino en potencia. De hecho estoy seguro de que jamás lastimaría a otra persona de manera consciente. Más que recriminarle por su respuesta, me sentí orgulloso de él, porque tuvo el valor y autocrítica necesarias para decir "no lo sé", en lugar de soltar el clásico "está mal, ¡pues porque sí!". Aceptar la propia ignorancia es el primer paso para descubrir la verdad. Sin embargo, es también interesante que aquel alumno no pudiera señalar de manera explícita una diferencia moral fundamental entre poligamia y asesinato.

Subamos un poco de escala y veamos los 6 mil millones de personas que habitan este mundo. ¿Cuantas de ellas podrían dar una justificación lógica de por qué el asesinato es "malo"? ¿podría darla usted? La mayoría de las personas se quedan en el "¡porque sí!" y no va más allá. Ese realmente es su modo de proceder a lo largo de la vida, y ese es justamente el problema.

Para el ciudadano común, el llegar a la vida adulta solo le ayuda para resolver un problema moral en tanto haya ganado experiencia en ésta área, pero no está más capacitado que un niño para responder preguntas donde intervengan nociones sobre el bien y el mal. Su vida ha sido un constante proceso de aprendizaje vía prueba y error. Aprende sobre la moral de manera práctica, y es en la medida que un nuevo problema se adapte a su base de datos que será capaz de responderlo. Ante una pregunta moral, lo que hace es consultar en su acervo de conocimientos qué es lo que la sociedad en general hace y acepta, o cómo ha sido él mismo recompensado o castigado de acuerdo a respuestas anteriores, y a partir de ahí ofrece una respuesta al problema actual. Ante un problema moral esencialmente distinto a todo los que ha encontrado antes, se vería absolutamente indefenso.

"¿Esta mal el asesinato? Sí, porque si asesinas vas a la cárcel, y a ti no te gustaría que te asesinaran, ¿verdad? ¿Está mal la poligamia? Sí, porque la infidelidad es castigada, lastimas a la gente siendo infiel, y desde luego a ti no te gustaría que te fueran infiel, ¿verdad? ¿Esta mal el sexo voluntario con extraterrestres? Joder, ¡como voy a saber eso!"

Esas personas, sobre todo las mujeres, que defienden esta noción de moralidad arbritraria y de carácter democrático, tienen suerte de no haber nacido en el Medio Oriente, donde su modo de adquirir conocimiento moral las hubiera llevado a aceptar la lapidacion como una norma perfectamente válida. En esa sociedad, que para nosotros está a años luz de distancia en cuanto a civilización, realmente la gente aprende sobre el bien y el mal de la misma manera que nosotros: por imitación. De este modo, el niño encuentra un dia a una mujer enterrada hasta el cuello y con la cabeza tapada, siendo apedreada por un conjunto de individuos varones, y llega a la conclusión de que la lapidacion a las adúlteras es normal. Más que normal: está bien.

Visto así, no tiene mérito alguno que nosotros, que nos llamamos civilizados, vivamos en una sociedad respetuosa de los derechos humanos. Después de todo, los derechos humanos los heredamos de aquél periodo brillante de la historia occidental llamado Renacimiento, donde hombres y mujeres, tras muchos siglos de barbarie y grilletes mentales, decidieron romper sus cadenas y pensar. Pensar en la moral, en el gobierno, en la vida, en el arte, en la naturaleza, en la religión. Pensar en todo. Todo, para que sus descendientes pudieran ser libres, como lo fueron ellos, y abrir las alas como las abrieron ellos. No sabían que las generaciones futuras se dedicarían a traicionar su lucha y aceptar por dogma lo que ellos aceptaron por medio de la razón.

Y así es como crecemos, criados bajo un constante bombardeo de "debes". ¡Debes pagar tus impuestos! ¡debes preocuparte por la felicidad de tu pareja antes que por la tuya! ¡debes cuidar la naturaleza! ¡debes respetar la vida de los demás! ¡debes aceptar la decisión de las mayorías! ¡debes serle fiel a tu pareja! ¡debes obedecer a tus papás! ¡debes intentar ser feliz! ¡debes ser respetuoso con la propiedad de los demás! ¡debes obedecer al gobierno! ¡debes sacrificarte si quieres ser feliz! ¡debes estudiar! ¡debes trabajar! ¡debes tener hijos! ¡debes, debes debes, DEBES!

¿Cuantos de los "debes" anteriores los considera validos el lector y por qué? Habiendo llegado a este punto, surge la pregunta natural, ¿es toda la moral arbitraria? De ser la respuesta afirmativa, damos a la lapidación de adúlteras una base tan válida como la de cualquier otra norma moral, por ejemplo la de "no robar". Dicha contradicción sugiere que la moral no puede ser absolutamente arbitraria, que debe existir alguna base sobre la cual distinguir entre normas válidas (¿moral objetiva?) y normas arbitrarias (¿moral subjetiva?). ¿La moral es democrática o en esencia individual? ¿es arbitraria toda la moral, o solo ciertas normas morales? ¿como distinguirlo? ¿que relevancia tiene para el individuo? ¿es moralmente reprochable el sexo voluntario con extraterrestres? ¿o depende del tipo de extraterrestres? La respuesta, aunque parezca extraño en un primer momento, vendrá de las matemáticas, y la manera como trabajan. Y de eso hablaremos en la siguiente entrada.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario