sábado, 25 de enero de 2014

Capitalismo y Crisis en la Roma de Augusto (parte I).


Si bien disciplinas como la filosofía o la matemática son casi tan viejas como la cultura occidental, otras como la economía no aparecieron hasta hace muy poco (en términos históricos), lo que desde luego no evitó que el ciudadano de épocas pasadas se las apañara bastante bien, y puede que incluso mejor, considerando los recursos tan limitados de los que disponia. A pesar de no contar con un solo tecnócrata o economista, el imperio romano fue responsable de uno de los periodos de paz y (relativa) prosperidad generalizada más extensos de la historia: la pax romana.

En su época de esplendor, Roma fue un imperio de aires más liberales que intervencionistas: los impuestos que pagaba el ciudadano romano no eran pocos, pero a cambio, las regulaciones tampoco eran comunes, lo que le daba libertad de hacer con su dinero (sobrante) lo que le pareciera mejor. Las grandes obras de ingenieria las financiaban los gobiernos, ya fuera el gobierno central o los gobiernos locales en cada provincia, mientras que los servicios pequeños y medianos eran desarrollados en su mayor parte por la iniciativa privada. En la Roma de Augusto ya existía una gran cantidad de servicios privados altamente desarrollados: escuelas, servicios de correo y mensajería a lo largo del imperio, bancos (llevados por nobles adinerados), transporte maritimo de mercancia y de personal, etc.

En general, Roma nunca fue una ciudad industrial en el sentido de usar tecnicas de producción intensiva, pues el uso de esclavos nunca hizo económico el implementar otros modelos de producción. Roma se nutría de una suministro constante de esclavos procedentes de las provincias que el imperio se iba anexionando, o de las que ya le pertenecian pero que se revelaban cada cierto tiempo, usualmente debido a malas administraciones producto de gobernantes corruptos (lo que no evitaba que la revuelta se aplastara con fuerza, terminando con la ejecucion de sus dirigentes y la venta de algunos de los rebeldes como esclavos).

Fue precisamente durante la Pax Romana (periodo que duró unos 200 años y durante el cual todas las regiones centrales del imperio se mantuvieron pacificadas) que los modelos de producción comenzaron a sufrir cambios graduales, pero de consecuencias importantes. La extensión de la ciudadanía a una cantidad creciente de habitantes dentro de las fronteras, junto con la reducción en la cantidad de esclavos provenientes de las provincias, hizo que estos comenzaran a escasear. Los primeros en beneficiarse de esta situación fueron los propios esclavos: ahora sus dueños ya no podían darse el lujo de perder esclavos por fugas debidas a malos tratos o muertes provocadas por condiciones de trabajo inseguras, lo que obligó a los dueños a mejorar tanto el trato personal como sus condiciones de trabajo.

La mejora gradual en la cruza de ganado llevó a la sobreproducción, lo que redujo su precio y aumentó el de los cereales (de los cuales depende el ganadero). Al volverse más lucrativa la agricultura que la ganadería, los terratenientes comenzaron a dedicar cada vez mayor proporcion de tierras al cultivo, que a pesar de ser ahora más lucrativo, requería un mayor uso de mano de obra que la ganadería. La cantidad de esclavos no era suficiente para explotar las tierras, de modo que los latifundistas y terratenientes no tuvieron más remedio que dividirlas y arrendarlas a ciudadanos libres a cambio de una parte proporcional de las ganancias. Estos trabajadores libres, interesados en hacer rendir al máximo cada hectarea, introdujeron toda una serie de mejoras en la agricultura: uso de abonos, rotación de cultivos y selección de semillas. Se importaron diversas plantas de otras regiones y mediante métodos racionales se aprendió a adaptarlas al clima del mediterraneo. Las mejoras en la producción hicieron bajar (salvo epocas de sequía) los precios de los granos, permitiendo una mejora sustancial en el nivel de vida de todos los ciudadanos.

A lo largo de los caminos (construidos y mantenidos por el imperio), se establecieron toda cantidad de negocios privados: el viajero podia encontrar una posada cada 10 km, y mansiones (en renta para la gente acaudalada que viajaba a traves del imperio) y burdeles cada 30. El viajero cansado siempre podia rentar un caballo en estaciones ubicadas a lo largo de los caminos. El imperio mantenia cuadrillas vigilando las rutas mas transitadas, lo que permitía viajes relativamente seguros a traves del imperio. El comercio prosperó y con ellos los habitantes tuvieron acceso a  productos, servicios y mercancias provenientes de todo el imperio e incluso del extranjero (para los que podian pagarlas).

Aunque los recursos del subsuelo en teoría pertenecían al gobierno, éste arrendaba minas a cambio de cantidades muy modestas. El uso de esclavos (a los que no habia que pagar), junto con los bajos costos de arrendamiento, hizo de la minería un negocio muy lucrativo. El interés llevó a los romanos a buscar (y encontrar) recursos en regiones de lo más variadas: azufre en la isla de Sicilia, carbón en Lombardía, hierro en la Toscana, etc. Parte de la producción cubria las necesidades locales y el resto se comerciaba dentro y fuera del imperio. Las rutas maritimas libres de piratas (primero gracias a las incursiones de Julio Cesar y más tarde gracias a dos flotas permanentes que el imperio creó especificamente con éste fin) permitieron el comercio en barcos que podian cargar hasta mil toneladas de mercancía y llevar un buen número de pasajeros a costos accesibles incluso para ciudadanos de ingresos modestos. El interés de los comandantes por llevar más viajeros y mercancías en el menor tiempo posible (lo que permitía hacer más viajes y con ello aumentar las ganancias) hizo que las rutas se cubrieran en tiempos cada vez menores (los viajes a Egipto, que antes tomaban 6 meses, comenzaron a hacerse en uno), lo que a su vez ayudó a abaratar cada vez más los costos de transporte.

Como apuntan muchos autores, es difícil decir hasta qué punto el desarrollo de Roma y su imperio se debió a la iniciativa privada, y hasta qué punto al Estado. Éste fue responsable de una infraestructura única en su tiempo: carreteras, acueductos, drenaje, sistemas de comunicación (los romanos contaban con un sistema similar al telegrafo, basado en señales luminosas, que se mantuvo practicamente sin cambios hasta la época de Napoleón), un ejército que mantuvo seguros los caminos y las rutas marítimas, etc. Ocasionalmente, las arcas públicas servían como banco, prestando dinero a intereses altos (y sobre garantías sólidas, como terrenos o propiedades), cosa que hacía mucho más conveniente recurrir a servicios de banca privada, pero que ayudaba a que no dejara de fluir el crédito. Los emperadores incluso permitian a los gobernadores de cada provincia acuñar su propia moneda, cosa que no impidió el desarrollo de las instituciones financieras privadas y sus diversos instrumentos: billetes, cheques, pagarés, libretas contables, sucursales bancarias, traspasos de efectivo, etc.

El pragmatismo de los romanos hizo que nunca se desarrollara en su época nada parecido al estudio de la macroeconomía. Los (buenos) emperadores tomaban decisiones basadas en su criterio y experiencia para intentar dar solucion a problemas económicos inmediatos que afectaban a sus ciudadanos: no era raro que los grandes proyectos de ingenieria estuvieran en parte motivados por darle ocupación a trabajadores en épocas de desempleo particularmente alto, o que se fijara un precio máximo al grano cuando la escases daba paso a espirales especulativas por parte de los terratenientes. Los particulares en cambio tomaban decisiones basados exclusivamente en su interes, cosa que no evitó que el nivel de vida durante la pax romana alcanzara cotas que no se podrían superar en los siguientes mil años. La vida del ciudadano romano nunca fue fácil (ni siquiera en la pax romana), pero fue la mejor vida que una persona promedio hubiera podido vivir en todo el periodo comprendido desde el inicio de la humanidad hasta el inicio de la industrialización, un logro nada despreciable.

Si bien resultó una gran ventaja para los romanos el no tener un solo economista tomando decisiones importantes, el hecho de que ni los propios emperadores (o sus asesores) supieran muy bien lo que se estaba haciendo llevó a diversas crisis y desequilibrios macroeconómicos que tuvieron muchas similitudes con otras crisis, estas sí mucho más recientes y provocadas por gente que, en teoría, ahora sí sabía lo que estaba haciendo. De esas crisis hablaremos en la siguiente entrada.

(continuará...)


No hay comentarios:

Publicar un comentario