domingo, 26 de enero de 2014

Capitalismo y Crisis en la Roma de Augusto (parte II).


Fue bajo el reinado de Augusto (primer emperador del Imperio Romano) que comenzó la Pax Romana, periodo que duró aproximadamente dos siglos y durante el cual el imperio mantuvo un ambiente de relativa paz y prosperidad dentro de sus fronteras. En la entrada anterior presentamos un pequeño panorama de la situación del ciudadano común durante este periodo; en esta ocasión, vamos a ver el panorama macroeconomico y la manera como se desarrolló una de las muchas crisis que sufrió el imperio, empezando por la que provocó el propio Augusto a su regreso de Egipto, tras haber derrotado a Marco Antonio y Cleopatra (finalizando así la guerra civil y proclamándose emperador).

Augusto haciendo pose
Bling Bling tras su regreso
triunfal con el tesoro de
Egipto.
Y es que Augusto, tras terminar la guerra civil y habiendose anexionado Egipto como provincia del imperio, tomó buena parte del tesoro de los faraones y lo llevó a Roma para reanimar el comercio. Barcos cargados de oro y piedras preciosas llegaron a los puertos de la peninsula italica listos para llenar de riqueza a sus ciudadanos. O eso creyó Augusto, porque la verdad es que el oro no es riqueza, ni puede generar riqueza por si mismo. De modo que cuando Augusto puso en circulación el tesoro de Egipto, lo que pasó fue economía de cajón: al aumentar la masa monetaria (mientras la producción de todos los bienes y servicios se mantenía en su mismo nivel) los precios se fueron a las nubes. Esto no sería problema en una economía de información perfecta, donde todos los agentes tienen toda la información exacta de la masa monetaria en existencia (y el poder de cómputo necesario para hacer sus cuentas). Bajo información perfecta, todos los precios simplemente sufrirían un reajuste y la economía seguiría exactamente igual que antes. Todo costaría más, pero todos tendrían en la misma medida más dinero, de modo que el poder adquisitivo, en promedio, no habría variado.

Lo que envenena no es la inflación, sino la incertidumbre. Y fue incertidumbre lo que inundó al imperio al mismo tiempo que el oro. Póngase el lector un momento en la situación de un productor romano: El primer dia se entera de la excelente noticia de que Augusto ha regresado de Egipto con el tesoro de los faraones listo para entrar a las arcas del imperio. Al segundo día los precios de algunos productos empiezan a aumentar, incluyendo los de aquellos que usted usa como insumos para producir. Al tercer día se ve obligado a aumentar también el precio de sus mercancías. Al cuarto día los precios vuelven a aumentar. Al no saber si estos aumentos continuarán (y a que nivel) el quinto día usted aumenta aún más los precios, intentando adelantarse a la inflación. Repita la misma lógica con cada uno de los ciudadanos romanos y tiene como resultado una inflación galopante como no se había visto en muchas generaciones.

La inflación continuó durante todo el reinado de Augusto (casi 40 años) y casi podría decirse que el ciudadano romano ya se habia acostumbrado a ella, de modo que la incertidumbre fue reduciéndose paulatinamente, al tener las personas unas expectativas más o menos acertadas de dónde estarían los precios el siguiente mes o el siguiente año. Recuerde el lector que no es trucho en estos menesteres que la inflación no solo afecta los precios, sino también los intereses de las deudas. Porque si yo le presto 100 liras hoy y me las va a pagar (junto con los intereses) hasta dentro de un año, yo espero que cuando haya saldado la deuda pueda yo comprar con ese dinero más que lo que podía comprar cuando se lo presté. Si yo calculo que la inflación será de un 50% anual, entonces si le presto 100 liras espero que me regrese, al menos, 150 (más los intereses). El que se endeuda también tiene esto en cuenta, de modo que con una inflación (constante y predecible) del 50% anual, unos intereses de 55 o 60 puntos no son para nada leoninos.

La inflación (o más bien, la incertidumbre provocada por la inflación) durante el periodo de Augusto dejó la economía del imperio susceptible, pero lo que de verdad la remató fue la "solución" a la inflación. Porque cuando Tiberio sucedió a Augusto en el trono, éste decidió que la inflación era cosa mala y que habia que acabar con el problema de raiz. Y si lo que inició el problema fue el aumento de la masa monetaria, entonces la solución obvia era una reducción drástica de ésta (es decir, sacar de circulación todo el oro que trajeron de Egipto y volver a enterrarlo bajo las piramides). O eso pensó Tiberio, porque cuando éste interrumpió bruscamente la espiral inflacionaria sacando de circulación buena parte de la masa monetaria, lo que pasó fue, otra vez, economía de cajón.

Busto de Tiberio tras comprobar
los efectos perniciosos de reducir
la masa monetaria en circulacion.
"Shit!"
Y es que, en efecto, la inflación se detuvo bruscamente, con lo que se solucionó el problema. Pero la incertidumbre (que es lo que realmente jode) volvió a inundar el imperio. ¿Recuerda esa deuda de 100 liras que pidió en enero con la promesa de devolver 160 exactamente dentro de un año? Pues resulta que tras la decisión de Tiberio, la inflación se detuvo, su cosecha anual ya no la vendió a 160 liras, sino a 110, de modo que tendrá que cubrir esas 50 liras sobrantes con sus ahorros personales (si es que tiene algunos). De modo que corre al banco a retirar dinero contante y sonante, pero cuando llega, resulta que hay una fila de 200 personas que tuvieron exactamente la misma idea (y por exactamente las mismas razones).

La situación de su banquero no estaba mucho mejor. El coeficiente de caja como concepto se inventó hace muy poco, pero se viene usando desde hace mucho tiempo. Los banqueros romanos ya sabían (por simple experiencia) que muchas de las personas que pedían prestamos no requerían el dinero en efectivo, sino que bastaba un cheque, pagaré, o bono emitido por el banco para levantar la orden. De este modo el banquero, aunque tuviera 10 mil liras en la bóveda, podía levantar préstamos por 15 o 20 mil liras (simplemente dando papelitos en lugar de oro real, que estaba bien guardado en la bóveda), y nada malo pasaría en tanto los clientes no acudieran al banco en masa a retirar su oro. El problema es que en ésta ocasión, los clientes sí que comenzaron a acudir en cantidades cada vez mayores. Los primeros en quebrar fueron los pequeños banqueros, que de esas 15 mil liras que debían devolver, pudieron devolver solamente las 10 mil que tenían, dejando al resto de las personas sin un centavo. Cundió el pánico y la gente fue, ahora sí en masa, a retirar su dinero (lo necesitaran o no). El banco de Balbo y de Olio tuvo que hacer frente en un solo dia a más de 300 millones de obligaciones, lo que lo obligó a declararse en quiebra y cerrar las ventanillas. Productores y comerciantes, no pudiendo hacer frente a sus deudas, comenzaron a quebrar también.

Uno de los bancos más grandes, el de Máximo y Vibón, que se encontraba al borde del colapso, pidió ayuda al de Pettio. Se corrió el rumor y fueron ahora los clientes de Pettio los que corrieron en masa al banco a retirar su dinero, impidiéndole rescatar a sus colegas (LOL). El pánico salió de la ciudad de Roma y se esparció a las provincias. Lyon, Alejandría, Cartago y Bizancio fueron simultáneamente inundados de gente que acudía a retirar su efectivo. Los pequeños productores, incapaces de aguardar a la siguiente cosecha para hacer frente a sus obligaciones, tuvieron que entregar sus terrenos en favor de los latifundistas, que estaban en mejores condiciones de resistir.

Al final, Tiberio distribuyó cien mil millones de liras entre los bancos, con la condición de prestarlos a 3 años sin intereses, lo que logró devolver la confianza y restablecer (en mayor o menor medida) los creditos y el consumo. Todo esto pasó en los primeros 50 años de la Pax Romana, lo que dejó los siguientes 150 para llevar a Roma, ahora sí, al periodo de paz y esplendor del que hablamos en la entrada anterior.

Aquella ocasión no fue la primera en la que un emperador metería la mano en la economía, ni sería la última. Este periodo de crisis fue de relativamente poca importancia porque no se afectaron los fundamentos de la base productiva del imperio, de modo que la recuperación no tardó en llegar una vez que finalizaron los desequilibrios macroeconomicos generados por las políticas de Augusto primero y Tiberio después. Las peores crisis de Roma no habían llegado aún, crisis derivadas de periodos inflacionarios y de sobreregulacion provocados por un aparato estatal que había perdido total contacto con la realidad, lo que terminó por destruir, ahora sí, la base productiva del imperio, llevándolo a su caída. De eso hablaremos en las siguientes entradas.

(continuará...)

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